Los problemas más comúnmente encontrados en el desarrollo del aprendizaje de la lecto-escritura se deben en su mayoría a un retraso o dificultad en habilidades previas que anteceden a este proceso tan complejo. A este conjunto de habilidades se las conoce como prerrequisitos de lecto-escritura. Cuando estas habilidades no están consolidadas el niño no consigue avanzar en el proceso y aparecen los problemas en el rendimiento académico y la desmotivación por aprender.
En estos casos no es demasiado efectivo emplear un abordaje de tipo clásico, en el que se repiten cuadernos de ortografía, o se manda al niño leer más textos para superar la dificultad. Las razones son las siguientes: si hay una dificultad o una inmadurez en el desarrollo de las habilidades previas a la lecto-escritura y los prerrequisitos no están asentados, la repetición no hará más que “machacar” al niño y su autoestima, pero no hará que avance más rápido. Por otro lado, la percepción de autoeficacia irá disminuyendo hasta el punto de no se sentirse capaz y esto puede llevarnos a problemas emocionales o conductuales como desmotivación, negarse a hacerlo, mostrar conductas disruptivas en el momento que hay que empezar a hacer los deberes, etc.
Es importante destacar que a menudo las dificultades en la lectura influyen en la escritura, y viceversa, pero esto no siempre es así. Por ejemplo hay niños con dificultades en la formación de letras (realizan inversiones, les cuestan las letras que tienen un alto componente viso-espacial como la R, Q, D, B, E, G, S entre otras) que no tienen dificultad a la hora de leer, y que no tienen problemas con el resto de las letras.