Desde el Modelo Centrado en la Persona, la planificación de la intervención se lleva a cabo basándose en sus elecciones y derechos. Es una escucha real de la persona, considerando sus puntos fuertes, capacidades y aspiraciones. Así mismo se evalúan los apoyos que necesita. Se persigue mejorar su calidad de vida, y siempre se tiene en cuenta a otros miembros de la familia y su círculo de apoyo. Los niños deben ser escuchados y ser parte activa en la intervención, tengan la edad que tengan. Esto además implica una mejor adherencia al tratamiento, y mejores resultados.
Desde el Modelo Centrado en la Familia se concibe a la misma como un sistema de apoyo social y se les invita a ser parte activa de la intervención. Desde esta perspectiva se guía a la familia a partir de sus preocupaciones y sus objetivos para lograr desarrollar sus fortalezas. Por lo tanto, se reconoce la importancia que tiene el contexto familiar en el desarrollo del niño. La capacitación familiar es la clave del éxito. Este modelo está muy lejos de aquellos que basan la intervención en los criterios y objetivos de los profesionales que les atienden. O que piden a las familias que elijan entre las opciones que los profesionales consideran que son las mejores para ellas.
Creemos en la capacidad de aprendizaje y superación de los niños, y respetamos su individualidad y sus preferencias. Por ello nunca perciben que el terapeuta es una persona ajena, que desarrolla su trabajo centrado en sus propios objetivos. Sino que son una parte activa; sus ideas y apetencias tienen valor y son tenidas en consideración. Es decir, aunque el terapeuta tenga claro cómo llegar a los objetivos planteados por el niño (o su familia), el arte radica en hacerlo sin que se perciba como una terapia. Así conseguimos la verdadera motivación y el éxito de la intervención.