Podemos pensar en la alimentación como una necesidad fisiológica, que sustenta la vida, promociona el crecimiento, nos da energía y posibilita el funcionamiento de los órganos. También como una actividad de la vida diaria, incluyendo planear, preparar y llevarse el utensilio a la boca (esto nos permite ser independientes) Pero la alimentación también supone la participación activa en familia y sociedad.
La falta de autonomía para alimentarse y comer de forma apropiada para la edad, o la imposibilidad de introducir los alimentos adecuados en cada etapa evolutiva (por razones conductuales, sensoriales, neurológicas, del desarrollo…) puede ser tremendamente impactante. Puede llevar al aislamiento, a la baja autoestima, a problemas en la dinámica familiar, y en los casos más extremos a la desnutrición.
Cuando pensamos en alimentación debemos tener en cuenta todos los factores implicados para darnos cuenta de lo compleja que es esta actividad de la vida diaria. Necesitamos un correcto desarrollo de las habilidades motoras orales (para succionar, chupar, manejar el alimento en la boca, masticar…) un buen procesamiento sensorial táctil, propioceptivo, oral y gustativo (para tolerar los diferentes sabores, texturas, temperaturas, para desarrollar las praxias orales, para desarrollar fuerza en la masticación,…) óptimo desarrollo de las habilidades de motricidad fina (para tocar, coger, agarrar, llevar el alimento a la boca con los dedos o con el utensilio) un mantenimiento de la postura (para estar erguidos, poder disociar los movimientos del tronco y el miembro superior, poder tragar,…) Y además factores sociales, emocionales y ambientales que influyen en todo el proceso.